Avena en la dieta sin gluten

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La avena fue excluida durante mucho tiempo de la alimentación sin gluten. Sin embargo, estudios científicos y expertos en enfermedad celíaca han llegado a la conclusión de que la avena pura en cantidades controladas es un valioso complemento en la dieta sin gluten, ya que es un cereal nutritivo, sano ya demás delicioso.

La gran mayoría de las personas con enfermedad celíaca pueden incluir avena no contaminada en su dieta libre de gluten. Sin embargo, un pequeño porcentaje de personas con enfermedad celíaca son sensibles a la avena y debe evitarla. Cabe mencionar que la Unión Europea admitió situar a la avena en la lista de ingredientes sin gluten en 2009 y que FACE desde hace unos años también acepta y reconoce el uso de la avena sin gluten.

Avena sin gluten

La información más importante para consumir la avena sin preocupación, es conocer la procedencia del producto. La vena pura es naturalmente sin gluten, sin embargo, la avena que encontramos habitualmente en los comercios con frecuencia se ha contaminado durante el cultivo o en la cadena de suministro con otras variedades de cereal que contienen gluten.
Para estar seguros de que la avena que se está ingiriendo es apta para una dieta sin gluten, esta tiene que llevar un distintivo que identifique que contiene menos de 20 partes por millón (ppm) de gluten en el producto final.

¿Por qué la avena parece ser tolerada por la mayoría de las personas con enfermedad celíaca?

La avena contiene avenina, una prolamina (proteína de almacenamiento) que es similar a las incluidas bajo el término genérico de "gluten". Sin embargo, la mayoría de las personas con enfermedad celíaca parecen ser capaces de tolerar la avena no contaminada. Esto puede deberse a que hay menos epítopos tóxicos en comparación con el gluten de trigo, centeno y cebada (aunque esto puede variar, entre cultivares de avena), y a que la avenina parece ser más susceptible a la degradación en el intestino, lo que hace que sea menos tóxica [5].
Aun así, existe un pequeño grupo de afectados por la enfermedad celíaca que no tolera la avena sin gluten. Las molestias que puedan surgir al comienzo de su consumo no deben atribuirse necesariamente a una reacción inmunológica. Síntomas como dolor de estómago o flatulencia pueden ser debidos al elevado contenido en fibra de la avena. Por esta razón es recomendable ir aumentando lentamente la cantidad a consumir. En caso de que las molestias permanecieran habría que consultarlo con un profesional de la salud.

¿Por qué incluir la avena en una dieta libre de gluten?

La inclusión de los cereales integrales (tales como la avena) dentro de la dieta puede reducir el riesgo de enfermedad cardiaca en un 15% [6]. La avena es baja en grasas y alta en fibra soluble y tienen un índice glucémico bajo. Su inclusión en la dieta libre de gluten es particularmente útil en personas con diabetes mellitus coexistente, ya que ayuda a regular los niveles de azúcar en la sangre y regular el control de peso. Rica en fibra soluble, la avena proveen beneficios para el sistema digestivo: mantiene la salud general del intestino, aumentando peso de las heces y disminuyendo el estreñimiento [7]. Por otra parte, la investigación sugiere que una dieta libre de gluten puede ser deficiente en una serie de nutrientes, incluyendo el aporte de fibra y vitaminas del grupo B [8,9], y la avena puede ayudar a compensar estas deficiencias proporcionando una buena fuente de proteínas, fibra, vitaminas B, magnesio, fosfato, zinc, selenio, hierro.

El futuro de la avena

Cada vez serán más los productos que incorporen este cereal entre los ingredientes de sus productos por las cualidades nutricionales, tecnológicas y sensoriales que aporta. Para la gran mayoría de las personas con enfermedad celíaca estos productos serán bien tolerados y les proporcionaran beneficios en términos de nutrición, variedad y sabor.
Sin embargo, no cabe duda de que se necesita más investigación para examinar por qué un pequeño número de personas con enfermedad celíaca no pueden tolerar avena no contaminada, así como estudios para conocer qué cepas de avena cultivar, o estudios de tolerancia para conocer la cantidad óptima de consumo diario admitida por todos los individuos.

Referencias

  1. Janatuinen EK et al. A comparison of diets with and without oats in adults with celiac disease. N Engl J Med.  1995; 333: 1033-7
  2. Srinivasan U et al. Absence of oat toxicity in adult coeliac disease. BMJ 1996; 313 (7068): 1300-1301
  3. NICE 2015
  4. Codex Standard for Foods for Special Dietary Uses for Persons Intolerant to Gluten. 2008
  5. Lundin K. Oats in coeliac disease – do we have the full picture? Coeliac UK Research Conference, London: 2016
  6. Tighe P et al. Effect of increased consumption of whole-grain foods on blood pressure and other cardiovascular risk markers in healthy middle-aged persons: a randomized controlled trial. The American Journal of Clinical Nutrition 2010; 92: 733-740
  7. Thies F et al. Oats and bowel disease: a systematic literature review. Br J Nutr.2014; 112 Suppl 2:S31-43
  8. Hallert C et al. Evidence of poor vitamin status in coeliac patients on a gluten-free diet for 10 years. Ailementary Pharmacol & Therap 2002; 16: 1333-39
  9. Kinsey L. et al. A dietary survey to determine if patients with coeliac disease are meeting current healthy eating guidelines and how their diet compares to that of the general population. European Journal of Clinical Nutrition 2007; 1-10
  10. Cooper SEJ et al. Immunological indicators of coeliac disease activity are not altered by long-term oats challenge.  Clin Exp Immunol 2013; 171(3): 313-318
  11. Arentz-Hansen H et al. The molecular basis for oat intolerance in patients with celiac disease.  Published online 2004; doi: 10.1371/journal.pmed.0010001
  12.  Sjborg V et al.  Non-contaminated dietary oats may hamper normalization of the intestinal immune status in childhood celiac disease. Clin Transl Gastroenterol. 2014; 5(6): e58
  13.  Ciacci C et al. The gluten-free diet and its current application in coeliac disease and dermatitis herpetiformis. United European Gastroenterol J. 2015; 3(2): 121–135