En el artículo anterior terminamos preguntándonos si existían patologías que tal vez pudieran beneficiarse de una dieta sin gluten, más allá de la celiaquía. Y como lo prometido es deuda, hoy vamos a centrarnos en este tema realizando un repaso por las principales condiciones en las que se plantea el uso de esta dieta exclusión.
Apuntaré de antemano que no tenemos aún certezas indiscutibles en este campo y que en la mayoría de casos todavía hace falta seguir investigando, incluso para saber si ciertas mejorías se deben realmente a la ausencia de gluten o a otros compuestos presentes en los cereales que lo contienen.
Podemos hablar principalmente de la sensibilidad al gluten no celiaca, las patologías autoinmunes y las enfermedades inflamatorias intestinales:
Sensibilidad al gluten no celiaca (SGNC):
Está incluida en el CIE-10-ES (Clasificación Internacional de Enfermedades) en el punto K90.41, como novedad en la actualización de enero de 2018. Sus síntomas son similares a los de la celiaquía, pero al contrario que ésta, no cauda lesión en el epitelio intestinal.
Es difícil de diagnosticar, ya que no existe ninguna prueba o examen concluyente para ello. En general el diagnóstico se lleva a cabo descartando la celiaquía y la alergia al trigo, y observando si los síntomas mejoran con la retirada del gluten de la dieta y regresan si se reintroduce, para no confundirlo tampoco con otras patologías intestinales como el síndrome de intestino irritable.
No está claro si estos pacientes deben realizar una dieta estricta sin gluten, o si pueden tolerar pequeñas cantidades. Además, hay investigaciones recientes que señalan que tal vez esta patología pudiera ser debida a desórdenes en la microbiota (disbiosis causada por déficit de producción de butirato) y, por tanto, prevenible. Estas líneas de investigación no cargan la responsabilidad sólo sobre el gluten, si no sobre otros componentes del trigo como las ATI’s (inhibidores de la tripsina amilasa) o los fructanos. Así que parece que aún hace falta mucho trabajo para poder ser más concretos con la SGNC.
Gluten y enfermedades autoinmunes
Las enfermedades autoinmunes son más frecuentes en población celiaca que en población general. Especialmente la diabetes de tipo I y las relacionadas con la tiroides (enfermedad de Hashimoto y enfermedad de Graves). Así mismo la SGNC se relaciona con mayor probabilidad de sufrir algunas enfermedades autoinmunes reumatológicas como la fibromialgia o la artritis.
También en enfermedades dermatológicas la retirada del gluten puede suponer una mejoría, como es el caso de la psoriasis o de la dermatitis atópica. Eso no significa que todas las personas con ese problema respondan positivamente a una dieta sin gluten, sólo que algunas si lo hacen.
Gluten y enfermedad inflamatoria intestinal
Gran parte de los afectados por patologías digestivas refieren mejoría al adoptar una dieta sin gluten. En este tipo de enfermedades se usa a menudo la dieta baja en FODMAPS (carbohidratos fermentables que presentan dificultad de digestión en algunos pacientes). En una dieta baja en FODMAPS se excluyen los cereales con gluten, porque son ricos en fructanos, una molécula que incluimos en la lista de FODMAPS, y podemos caer en el error de atribuir la mejoría al gluten cuando lo que está mejorando la sintomatología del paciente es la eliminación de otro componente.
También sucede que pacientes diagnosticados de enfermedad inflamatoria intestinal, tengan en realidad SGNC. Con lo que al adoptar una dieta baja en FODMAPS presentan mejoría, que podrían conseguir con una pauta mucho menos restrictiva. Esto puede resultar confuso, y es importante dejarse guiar por un profesional especializado que nos ayude a identificar nuestro problema, a menudo con pruebas de ensayo y error.
La mayoría de las veces es imposible saber si un paciente concreto se va a beneficiar o no de una dieta exenta de gluten, porque no tenemos pruebas diagnósticas concluyentes todavía. Pero es cierto que cuando la literatura científica existente nos indica que un porcentaje reseñable de casos similares presenta mejorías con esa exclusión dietética, podemos comentarlo con el paciente y probar si éste está de acuerdo, siempre informándole de que no le podemos garantizar que vaya a mejorar.
Una dieta sin gluten bien diseñada no supone ningún riesgo, de manera que si pasadas unas semanas (o el tiempo que en cada caso se estime oportuno) no se detectan cambios o remisión de sintomatología, tampoco le habrá supuesto ningún perjuicio, más allá de llevar una alimentación un poco más engorrosa durante ese tiempo. Y dada la información que tenemos, en gran parte de los casos, vale la pena probar porque ¿y si el paciente se siente mejor?
En cualquier caso, es muy importante señalar que este tipo de tratamientos deben realizarse con consejo profesional, ya que retirar el gluten por nuestra cuenta puede falsear pruebas diagnósticas, así que se deberá siempre informar a los sanitarios que nos traten de la dieta que se está siguiendo, para no dificultar el diagnóstico, y sobre todo no variarla cuando tengamos programada alguna prueba.
Lucía Martínez Argüelles
Dietista-Nutricionista